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¿Dieta extrema baja en grasas o bajas en carbohidratos?

El mundo de la nutrición y la dietética, como ciencia que es, está en constante evolución y por ello es necesario mantenerse actualizado e informado. Dieta extrema como: cetogénicas, low-carb, detox, ayuno intermitente…las hay para todos los gustos, muchas pueden llegar a ser contraproducentes para la salud y además poco útiles dado que no atajan el problema real: CAMBIO DE HÁBITOS.

Entre la dieta extrema más destacada, nos encontramos con diferentes nombres, se basan en una disminución importante de los hidratos de carbono. Existe un miedo bastante generalizado al consumo de este grupo de alimentos, derivado de creencias tales como que te harán engordar o pondrán en riesgo tu salud, sin hacer distinción entre las fuentes que contienen este nutriente.

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¿Es entonces la mejor estrategia o un requisito indispensable reducirlos o eliminarlos para alcanzar la ansiada pérdida de peso?

La respuesta pocas veces será cerrada. Depende de muchos factores como para tratar de reducirlo a sí o no. Siempre dependerá de cada individuo y por ello es imprescindible individualizar.

Investigaciones previas arrojaban datos acerca de qué factores como la genética, el microbioma y los niveles de insulina (ayuda a regular la glucosa en el cuerpo) pueden tener influencia a la hora de la pérdida de peso.

En febrero se publicó un estudio llevado a cabo por la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford (California, Estados Unidos) en el cual se comparó una dieta extrema baja en grasa frente a una baja en carbohidratos durante 12 meses. Este se centró más en factores como la genética y la insulina, buscando datos acerca de si una persona se puede beneficiar más de una de estas dos dietas.

Los autores principales del estudio son Gardner; Abby King, profesora de investigación y política de salud y de medicina; Manisha Desai, profesor de medicina y de ciencia de datos biomédicos; y John Ioannidis, profesor de medicina. En su búsqueda para descubrir si los factores biológicos individuales dictan la pérdida de peso, Gardner reclutó a 609 participantes entre las edades de 18 y 50 años (de los cuales el 20% abandonaron el estudio durante la realización del mismo); aproximadamente la mitad eran hombres y la mitad, mujeres. Los participantes no padecían diabetes y su índice de masa corporal era de entre 28 y 40 (sobrepeso importante y obesidad).

Los participantes fueron incluidos al azar en dos grupos, uno con una dieta baja en grasas y otro baja en carbohidratos. No se les indicó ninguna referencia en cuanto a las calorías que tenían que ingerir. Lo relevante de este estudio en concreto, frente a otros que compararon los mismos tipos de dietas, es que ambos grupos siguieron una dieta con patrones de alimentación saludables independientemente del grupo al que pertenecieran. Para ayudar a adquirir estos hábitos disfrutaron de 22 sesiones didácticas con dietistas-nutricionistas a lo largo del año.

En las primeras ocho semanas del estudio, se limitó a los participantes la ingesta diaria de carbohidratos o grasas a solo 20 gramos, que es aproximadamente lo que se puede encontrar en 1,5 rebanadas de pan integral o en un generoso puñado de nueces, respectivamente. Transcurrido este tiempo, el equipo de Gardner instruyó a los grupos a hacer pequeños incrementos según fuera necesario, agregando 5-15 gramos de grasa o carbohidratos gradualmente, con el objetivo de alcanzar un equilibrio que creían poder mantener durante el resto de sus vidas.

 

La solución no es una dieta extrema, sino = Cambio de hábitos y consumo de alimentos frente a productos, alejados de ultraprocesados y comida supérflua.

 

Al final del estudio la ingesta media diaria en aquellos que seguían una dieta baja en grasas fue de 57 gramos y de 132 gramos de carbohidratos en el otro grupo. Estos resultados contrastas con los 87 gramos de grasa y 247 gramos de carbohidratos que el global de participantes consumía al inicio de la dieta. En cuanto a la pérdida de peso fue bastante similar en ambos grupos (una media de 6kg), existiendo una gran variabilidad entre los participantes ya que algunos perdieron mucho peso mientras que otros ganaron.

En cuanto a si podría influir el genotipo o los niveles de insulina iniciales en el éxito o no de estas dietas, no se encontraron asociaciones que indicaran tal punto.

Para el autor principal, Gardner, la educación en cuanto a la calidad de la dieta y los alimentos ingeridos es clave. “Nos aseguramos de decirle a todos, independientemente de la dieta en la que estaban, que fueran al mercado de agricultores, y no compraran comida procesada. Además, les aconsejamos que hicieran dieta de manera que no se sintieran hambrientos o carentes: de lo contrario, es difícil mantener la dieta a largo. Queríamos que eligieran un plan de dieta baja en grasa o bajo en carbohidratos que pudieran seguir para siempre, en lugar de una dieta que dejarían cuando terminara el estudio”.

Parece ser, tal y como indican los autores, que la estrategia baja en grasa o baja en carbohidratos a la hora de alcanzar un peso saludable puede arrojar resultados similares. Lo más importante que consiguieron fue ayudar a los participantes a aprender a comer, cambiar su relación con la comida y prestarle una mayor atención.

 

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